Ken to Zen no Ichinyo (Espada y Meditación son Una): "Mushin no ken, ken no mushin" - La espada sin mente, la mente sin espada

La Unidad de Ken y Zen (Espada y Meditación): En Takaharu Tenshin Ryu, se enseña que el manejo de la espada y la práctica de la meditación son inseparables. Cada movimiento con la espada debe ser una extensión de un estado mental claro y centrado, logrado a través de la meditación Zen. Esta enseñanza fomenta la idea de que la verdadera maestría marcial no se encuentra solo en la habilidad física, sino en la capacidad de mantener la calma y la claridad bajo presión, reflejando la filosofía de "Mushin" (mente sin mente). Esta integración de Ken y Zen busca el equilibrio entre el cuerpo y la mente, enfatizando que cada corte con la espada es tanto un acto físico como una expresión del ser interior.

Mizu no Michi (El Camino del Agua): "Mizu no gotoshi, nagarete Jinsei ni tekio suru" - Como el agua, fluye y adapta.

El Camino del Agua (Mizu no Michi): Inspirado en la naturaleza adaptable y persistente del agua, esta enseñanza espiritual enfatiza la importancia de la flexibilidad y la adaptabilidad en la vida y en el combate. Así como el agua puede fluir suavemente o golpear con fuerza, los practicantes de Takaharu Tenshin Ryu aprenden a ajustar sus respuestas de acuerdo con la situación, manteniendo siempre un estado de equilibrio y armonía interior. Esta enseñanza se extiende más allá del dojo, alentando a los estudiantes a aplicar estos principios en su vida cotidiana, adaptándose a los desafíos y cambios con la misma gracia y eficiencia que el agua.

Inochi no Kei (Respeto por la Vida): "Inochi o mamoru, heiwa no tate" - Proteger la vida, el escudo de la paz.

El Respeto por la Vida (Inochi no Kei): Una enseñanza fundamental en Takaharu Tenshin Ryu es el profundo respeto por la vida en todas sus formas. A pesar de ser una escuela de artes marciales, se pone un énfasis considerable en la preservación de la vida y la evitación de conflictos innecesarios. Esta filosofía enseña que cada vida tiene un valor incalculable y que el verdadero guerrero utiliza sus habilidades no para sembrar la destrucción, sino para proteger y preservar la paz. Esta perspectiva fomenta una actitud de humildad y compasión entre los practicantes, recordándoles que el poder de las artes marciales debe ser equilibrado con un profundo sentido de responsabilidad moral y ética.